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jueves, 26 de enero de 2017

San Agustín de Hipona - El Maestro (389).

Aquí podremos ver como el santo de Hipona enseña a su pequeño hijo Adeodato las cosas referentes a la maestría. Aunque pudiera parecer en libro pedagógico, más allá de eso podríamos decir que es una exhortación a cómo enseñar a ver a Dios dentro de nuestro interior. Por otro lado, también es un importante libro que influenció el campo más significativo en la lingüística: la semiótica. la lingüística  San Agustín de Hipona espera contestar quién es el verdadero maestro y quién realmente enseña, pues una cosa es que el hombre nos enseñe quién es Cristo y otra cosa es que el mismo Cristo se nos manifieste para enseñarnos. Lo sé, parece otro trabajo de exhortación, pero la verdad es que tiene mucha filosofía en su contenido, sobre todo cuando se habla del significado y el signo. Veamos que nos trae el libro ''De magistro'.

Referencias:

(1) Contrario a lo dicho por Platón quien aseguraba que lo malo es involuntario. El acto de pensar es totalmente voluntario y en el pensamiento plotiniano el bien se hace voluntariamente. En el caso de San Agustín, el bien se hace tanto voluntariamente como involuntariamente; el mal sólo puede ser voluntario. 

EL MAESTRO


Introducción


Antes de leer este libro debemos explicar que el aporte que éste tiene a la lingüística es fundamental. Lo que discuten aquí San Agustín y su hijo Adeodato es la relación que las cosas tienen con el signo y el significado. Llamaremos ''signo'' a todo medio que nos ayude a expresar una cosa (palabras o gestos), mientras el significado (o como le dice Agustín significable) será la definición o descripción de las cosas. 


Capítulo I: Finalidad del lenguaje

Agustín le pregunta a Adeodato si hablar es lo mismo que enseñar, a lo que Adeodato responde negativamente. En efecto, el hombre puede cantar, orar y hablar sólo muchas veces por lo que eso no implica enseñar.

Sin embargo, para que alguien pudiera aprender debe escuchar la oración y la correcta acentuación de lo dicho. Ahora, claro, lo que se enseña realmente en la oración, más allá de las palabras es el significado de cada una de ellas. Es así que las palabras se convierten en signos. 

Capítulo II: Las palabras expresan el significado

En este sentido, siguiendo la lógica anterior podríamos decir que las palabras son signos. Veámoslo en el siguiente ejemplo:


''Si nihil ex tanta superis placet urbe relinqui''
(Si es del agrado de los dioses no dejar nada de tan gran ciudad)

Si aquí hay ocho palabras entonces hay ocho signos, ahora, cada palabra en sí expresa algo porque toda palabra tiene un signo:

Si: significa duda

Nihil: significa nada, pero Agustín le dice a Adeodato que la nada no puede ni siquiera significar; por lo tanto, no hay signo en esta palabra. Sin embargo, Adeodato le dice con razón que nada puede pronunciarse en vano. Si decimos ''nada'' queremos expresar justamente la carencia de la palabra, por lo tanto, la nada igual quiere decir ''algo''.

Agustín respondiendo a Adeodato dice que eso es justamente una contradicción, pues lo que es nada no puede llegar a ser algo. No obstante, ¿será posible demostrar la nada? No, por lo tanto, podríamos decir que la palabra ''nihil'' sólo es demostrable audiblemente y no gestualmente. 

Ex: en español significa ''de'' lo que quiere decir que es una especie de preposición. Aunque, según Adeodato, en latín la palabra ''ex'' también puede significar ''desde'' a lo que San Agustín no está de acuerdo porque ''desde'', sólo se puede explicar en otros contextos, lo que conduciría a otra contradicción. 

Ahora si lo pensamos en español, la palabra de puede reemplazarse por ''desde'' en los siguientes ejemplos:

El viene de Chile
El viene desde Chile

A pesar de todo esto, Agustín le dice que se siga con la investigación de las palabras aceptando que algunas palabras puedan tener dos significados. 

Capítulo III: ¿Existen cosas sin signos?

El capítulo de ahora quiere decir si es posible que las cosas se puedan representar sin signo alguno. Adeodato dice que puede ser posible que una palabra se demuestre sin ser dicha; por ejemplo, si solamente te muestro una cosa (piedra) sin decir su nombre, ya se sabrá qué es, sin necesidad de pronunciar la palabra. 

Ahora, claro, cuando recurrimos a esa demostración necesitamos que la piedra sea visible, es decir, el cuerpo debe ser visible para ser demostrado. Sin embargo, Agustín nos dice que no es necesario que la cosa sea visible para que sea demostrada, así es como hablan los sordos que pueden expresar muchas cosas sin decir palabra alguna, sólo con la gesticulación.

Por lo tanto, no es necesaria la palabra para demostrar el significado de alguna palabra, pues, si quiero decir la palabra ''levantarse'', y no pudiera hacerlo mediante las palabras, entonces lo deberé hacer a través de la mímica; y en ese caso, no estoy expresando ninguna palabra. 


Capítulo IV: Cómo los signos representan otros signos

Cuando hablamos estamos usando signos, pues toda palabra es un signo porque designa nombres. Un nombre puede demostrar otro nombre ¿cómo es así? por ejemplo, cuando tratamos de definir una palabra por medio de un sinónimo. Si esto es cierto, entonces un signo puede mostrarse por otro signo. De hecho, si lo pensamos bien, la palabra escrita es un signo, y la palabra interior es otro signo que tenemos; la palabra escrita explica la palabra en sí. 

Tipos de signos

¿Las palabras son los únicos signos que existen? hay palabras como ''gesto'' o ''letra'' que son signos y que a la vez significan algo, más lo que ellas significan no es un signo:

Signo: la palabra piedra.
Significado: material duro de elevada consistencia.

Sin embargo, los signos no sólo se representan con palabras audibles (como dijimos en el capítulo anterior), sino también con palabras escritas. ¿Por qué? porque los signos tienen dos modos de recepcionarse: el oído (palabra) y la vista (gestos). 

Signos y significables

Hay nombres que significan múltiples cosas; por ejemplo, la palabra Rómulo:

Rómulo: Roma, virtud, emperador, río etc. 

Todas estas palabras biens son signos, pero la definición de ellas no lo son, pues estas se llaman significables.

Diferencia entre palabras y nombres

Todas las cosas que se pueden pronunciar con la articulación de la boca se llaman palabras. Es así que los nombres también son palabras, pues también parten desde la articulación de la pronunciación. Por ejemplo, cuando un señor le dice a su siervo ''Quiero buenas palabras'' si bien pide palabras, para decir las palabras necesita los nombres. 

Por lo tanto, cuando decimos un nombre decimos también una palabra (verbum), así, podríamos decir sin problemas que el signo de la palabra es el nombre. 

El impacto del nombre o la significación que da este a las cosas es de suma importancia para comprender, sin embargo, hay cosas que el nombre no puede alcanzar y la palabra sí. Por ejemplo, si recordamos la cita de Adeodato (Si nihil ex tanta superis...), la palabras ''Si'' y ''ex'' no son nombres, pero sí son palabras. Por lo tanto, todos los nombres son palabras, pero no todas las palabras son nombres

Todas las cosas que significan algo llamamos signo (porque son inseparables del significable), más no todo signo es palabra. ¿Por qué? veamos las insignias militares o los logotipos de una tienda. Estos son signos pero no necesitan palabras para ser expresados. 


Capítulo V: Signos recíprocos

San Agustín se pone a examinar las palabras que tienen más de un significado; por ejemplo, la palabra latina ''coniunctio'' (que en español significa conjunción). Esta palabra significa 6 cosas al mismo tiempo:

  1. Si (condicional)
  2. O (alternativa)
  3. Pues
  4. Sino
  5. Luego
  6. Porque

Sin embargo, ninguna de estas palabras significa el cuatrisílabo ''coniunctio''. 

¿Las palabras y los nombres son lo mismo?

Habíamos afirmado en el capítulo anterior que todo nombre es una palabra, pero que no toda palabra es un nombre. Ahora San Agustín parece retractarse y demostrar otra opinión. 

Primero comienza con la etimología de la palabra pues la palabra ''palabra'' proviene del latín verbum y que a su vez ésta proviene de verberare que significa ''herir''. Nombre proviene del latín nomen que se deriva de noscere que significa a su vez ''conocer''. 

Palabra: viene de herir
Nombre: viene de conocer

De Aquí que San Agustín nos diga que la palabra ''hiere'' al oído para luego ser comprendida y retenida en la memoria. La palabra nombre que viene de ''conocer'' más que de una cosa sensible, proviene del espíritu. 

Todas las cosas se nombran y al nombrarse debemos utilizar nombres. Si todas las palabras son nombres, entonces todos los nombres son igualmente palabras. Incluso si nombramos una conjunción como ''luego'', ''pero'' o ''entonces'', las cuales dijimos que no eran palabras, tendremos que nombrarlas para que existan. Si todas las palabras las podemos preguntar de la siguiente manera:

¿Cómo se llama?

¿Qué es eso?

Todas estas preguntas implicarán usar el nombre de cada cosa que se pregunta. La acción de nombrar cosas necesita de nombres para darle una identificación a las cosas. 

Capítulo VI: Signos que significan a sí mismos

Para San Agustín, no sólo la palabra y el nombre son idénticos, sino que también lo son los vocablos. En efecto, si los vocablos pertenecen a los mismos nombres. 

El nombre en sí mismo sería un signo y además puede significarse a sí mismo en cuanto nombre. Si digo ''la casa está lejos'' cada una de estas palabras es un nombre y esto es lo que todos tienen en común.  En otras palabras, cuando se nombra una cosa se dice el nombre de aquella y por otro lado la debo nombrar, es decir, la palabra ''nombre'' se entiende por sí misma como también se entiende por otras cosas ''nombre del perro''.

Así, como las palabras son signos y los signos son palabras, los signos son nombres, como los nombres son signos y finalmente, los signos significan a sí mismos, tanto con los nombres se significan a sí mismos. 

Capítulo VII: Resumen de lo anterior



Aquí resumimos todas las cosas recién aprendidas:


  • El lenguaje sirve para enseñar.
  • Las palabras son signos y los signos palabras.
  • Existen signos audibles y gestuales.
  • Un signo se demuestra por otro signo.
  • Un signo no sólo demuestra signos, sino también significables.
  • Las palabras son nombres y los nombres son palabras.
  • La única diferencia entre nombres y palabras son sus sonidos al pronunciar.

Hasta ahora esto ha sido lo que por resumen hemos visto sobre el lenguaje y sus especificaciones. 

Capítulo VIII: El juego dialéctico


Agustín le asegura a Adeodato que este ''juego de palabras'' es aún más serio y dialéctico de lo que parece. Si bien los signos pueden referir a otros signos, es también cierto que los signos y sus significables son inconfundibles, aunque a veces confundieran. Veamos la siguiente frase:


''El hombre es hombre''

Si bien puede parecer una tremenda obviedad, el primer concepto de hombre es un signo, mientras el segundo es un significable. Pa hacerlo más claro, veamos el siguiente ejemplo:

''El hombre es animal''

Aquí vemos la diferenciación más clara. La palabra ''hombre'' es sólo un nombre y por lo tanto un signo y animal se diferenciaría del signo ''hombre'' al ser éste último el significable. Por lo tanto, si se pregunta qué es un hombre, bien se podría decir que es tanto un nombre (de alguna cosa) como también decir su significable que es animal-mortal-racional. 


Capítulo IX: ¿Qué es más importante? ¿el signo o el contenido de los signos?

Por supuesto, para Agustín es mucho más importante el contenido de los signos (que en este caso sería el significable) que el signo mismo. En efecto, ninguna cosa se nombra a no ser por el significado que de ésta se tenga. 

De esta forma, podríamos decir que el lenguaje es mucho mejor que las palabras porque finalmente, las palabras son el medio de aprendizaje del lenguaje. El hombre tiene la necesidad de hablar justamente para enseñar todo lo que sabe. 

Sin embargo, Adeodato agrega una duda razonable al planteamiento de su padre. ¿Qué acaso el conocimiento de la palabra es menos importante que el conocimiento de lo que significa? Para Adeodato hay cuatro cosas en el lenguaje:
  1. Nombre
  2. Cosa
  3. Conocimiento del nombre
  4. Conocimiento de la cosa

Si la primera es superior a la segunda, ¿por qué no ha de ser la tercera mejor a la cuarta? Agustín le responde que eso traería muchos problemas, pues ¿acaso es mejor que la palabra vicio (vitium) sea conocida como palabra y no como significado? obviamente es mucho más importante el conocimiento de la cosa que su significado. Lo mismo pasaría con la palabra virtud, ¿será mejor conocerla solamente como palabra o como cosa? 

Capítulo X: ¿Es posible enseñar sin signos?

Adeodato acepta que el signo sí se puede enseñar correctamente a través de las cosas audibles, más no se puede enseñar correctamente con gestos. 

Adeodato pone como ejemplo el enseñar a través de gestos cómo caminar. La persona que quisiera enseñar esto tendría que pararse y caminar, sin embargo, ¿cómo podrá el profesor decir que exactamente ése es el correcto caminar? la persona que está aprendiendo podrá engañarse porque puede pensar que solamente es caminar lo que el profesor le dijo en ese específico momento, nada más.
Agustín comienza el análisis de la duda de Adeodato de la siguiente manera. ¿Será lo mismo enseñar que significar? En realidad, los profesores usan los signos para enseñar y no usan la enseñanza para hacer signos. Sin embargo, la enseñanza es imposible si no se realiza por signos

Si bien se ha demostrado algo importante, la duda de Adeodato aún no ha quedado respondía en cuanto al aprendizaje por gestos con la lección de caminar. El giro de lo que viene es sorprendente porque San Agustín se retracta de lo dicho anteriormente, es decir, de que ''la enseñanza es imposible si no se realiza por signos''. ¿Cómo? con el siguiente ejemplo:

  • Imaginemos que un ave ve que un cazador furtivo mata a un halcón con una escopeta. El ave apenas vea a un cazador aprenderá inmediatamente que no debe acercarse al cazador. 

¿Qué signos ocupó el ave para aprender que no debe acercarse al cazador? ninguno. De este modo, los signos no son necesarios para aprender. La experiencia puede dar sin necesidad de instrucción, el aprendizaje necesario. 

Los signos no enseñan nada por sí mismos

En efecto, en nada me sirve saber solamente el nombre de las cosas si no sé lo que significan. El conocimiento de la palabra es la que nos hace valorar después la palabra misma; por lo tanto, el significable sigue siendo aún más importante que el signo. 


Capítulo XI: La importancia de la verdad

El conocimiento de las cosas aumenta el conocimiento de las palabras. De ahí que San Agustín afirme que oyendo palabras ni palabras se aprenden. 

Ahora, para aprender hay que creer, pues si no se cree en la autoridad entonces nunca se podrá alcanzar la razón. La razón no es una cuestión independiente, y es por eso que se necesita empezar por la creencia de las cosas. Siempre se parte con que uno cree todo lo que entiende, pero no puede entender todo lo que cree. 

Si primero creemos, luego razonamos, entonces el ''último'' paso sería reconocer la verdad que existe en todo. La forma de conocerla es viendo al hombre interior que habita en cada uno de nosotros, y ese es Cristo. 


Capítulo XII: El espíritu en el lenguaje

No podemos referir el lenguaje solamente a los sentidos, pues estos no son lo único que nos hace comprender el lenguaje. La mente también juega un papel importante, sobre todo en lo significable de los signos. 

Otra cosa es cuando nos preguntan de las cosas que alguna vez hemos sentido. Es ahí cuando trabaja la memoria que trata de rescatar esas imágenes que alguna vez tuvimos impresas en nuestra mente. Ahora, si dicha persona nunca ha visto o oído alguna palabra, pero sin embargo hay algo que le dice que la conoce; entonces tenemos un caso de ''fe'' en creer que alguna vez conoció una palabra. 

En todo caso, cuando a alguien se le dice algo existen tres opciones:


  1. Ignorar que es verdadero.
  2. No ignorar que es falso.
  3. Sabe que es verdadero. 

En la primera hipótesis la persona dudará u opinara; en la segunda, la persona niega y contradice; y en la tercera, la persona confirma. Si vemos la última opción, cuando la persona afirma significa que nunca aprende

Capítulo XIII: Las palabras no manifiestan el espíritu

Sólo quien es capaz de ver su voz interior no podrá nunca equivocarse porque quien lo hace sabe de lo que habla. En cambio, quien sigue las palabras de otro no está guiándose por su voz interior, y puede caer en error. 

De ahí que las palabras no tengan ningún valor, pues nunca sabremos si la persona que dice algo guiándose por su voz interior, o por la voz de alguien más. 

Problemas del lenguaje

San Agustín nombra diversos problemas que suceden en el lenguaje:

  • Error del pensamiento y lenguaje: muchas veces el hombre dice palabras que no piensa. Esto ocurre cuando el hombre pronuncia palabras aprendidas de memoria, y que se reemplazan por otras; por ejemplo, cuando no se aprende correctamente una canción.
  • Poco discernimiento entre verdad y mentira: Debido al error anterior no se puede saber si el hombre dice la verdad o no, aunque se debe saber muy que la mentira se piensa(1).
  • Consecuencia entre lo hablado y lo pensado: Otro de los problemas planteados es que muchas personas no dicen lo que piensan a las personas que deberían escuchar. Estas personas, cuando se encuentran con las personas de las cuales tienen cierta opinión, se guardan su opinión y no se sabe si en verdad tienen algún problema con dicha persona. 

Como vemos, los problemas del lenguaje que habla San Agustín no son ''físicos'' o ''lógicos'', sino más bien, si es que podemos decirlo de esta manera, moralmente. 

Capítulo XIV: Cristo enseña dentro y el hombre advierte afuera

Es ridículo que los padres envíen a los niños al colegio para aprender la opinión del maestro. Los niños aprenden las asignaturas que el profesor imparte, y luego los niños juzgan si lo dicho es verdad una vez que ponen en práctica lo aprendido. 

El aprendizaje de los alumnos no ocurre cuando el maestro habla, sino que ocurre cuando los alumnos experimentan lo que habló el maestro. De aquí que podremos distinguir la palabra interior y la exterior en el aprendizaje:

  • Palabra exterior: la palabra del maestro
  • Palabra interior: la apropiación del contenido por parte del alumno. 

Esta palabra interior siempre ha existido y es justamente la de Cristo. La palabra exterior no es la que verdaderamente enseña, pues un mortal no puede dar algo tan divino como es el aprendizaje del alma. Sólamente Cristo, a través de nuestra voz interior (porque Cristo es el bien) puede realmente enseñarnos. 

Conclusión

La importancia de este libro es fundamental en el estudio de la comunicación o más precisamente en la semiótica. De aquí en adelante nos quedarán las palabras más destacadas de este libro ''signo'' y ''significable''. No contento con eso, gracias a San Agustín, hemos visto también los problemas del lenguaje a nivel moral, pues toda comunicación trae una consecuencia ya sea positiva o negativa en otro ser humano. Finalmente, es infaltable que todo esto se relacione con la religión Católica, al tratar de justificar el lenguaje de manera innata.